Untitled Document

 

"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

www.surda.se

 

 

06-12-2024

El acordado secuestro del tópico pandémico en el debate electoral

 

SURda

Opinión

Notas

Uruguay

 

Andrea Grillo

Uruguay acaba de elegir un nuevo presidente después de una campaña electoral en la que prácticamente no se hizo mención a lo que fuera uno de los capítulos más sombríos de nuestra historia. ¿Cómo es posible que no se haya debatido seriamente acerca de la declaración de emergencia sanitaria, las medidas tomadas y las consecuencias de esas medidas que se proyectan en este presente, cuando de los cinco años de gobierno, dos transcurrieron bajo ese decreto, desde el viernes 13 de marzo del 2020 hasta el 5 de abril del 2022?

 

“Cuando no sopla el viento, incluso la veleta tiene carácter”

 

ENSAYO

El ingenioso aforismo de Stanislaw Lec sirve tanto de punto de partida como de eje conceptual de este artículo y lo elegí, no solamente porque lo comparto en su toda su filosa exactitud, sino porque me trajo una pequeña anécdota de mi infancia, imbuida de un sentimiento que también lo convalida.  En lo que fuera la pequeña quinta de mis abuelos maternos, hoy arrasada por una playa de contenedores, en el tejado de uno de los galpones, había una veleta de hierro. Sobre la rueda que marcaba los puntos cardinales, siempre fija, se alzaba la figura de un gallo. Aquella imagen que, en días apacibles, destacaba contra el cielo como un signo de orientación certera, me producía un desasosiego tremendo cuando se agitaba entre chirridos en los días de tormenta, perdida toda su – precisamente – gallardía. La analogía no puede ser más clara. El verdadero carácter de un hombre se demuestra a lo largo de toda su vida, pero nunca se evidencia de forma más nítida que en tiempos de crisis, tanto personales como colectivas, esos momentos que sacuden los cimientos de la existencia, cuando nos toca transitar un dolor, una pérdida o a la amenza de una pérdida, un inconveniente que pospone nuestros proyectos o un accidente que nos obliga a cambiar el rumbo por completo. En concreto, es frente a todas las dificultades inherentes a la vida humana cuando se devela la verdadera esencia del hombre. Y cuando se trata de algo colectivo, el carácter de ese hombre cobra muchísima más relevancia, porque con cada gesto se compromete a sí mismo y al otro.

Hoy Uruguay acaba de elegir un nuevo presidente después de una campaña electoral en la que prácticamente no se hizo mención a lo que fuera uno de los capítulos más sombríos de nuestra historia. ¿Cómo es posible que no se haya debatido seriamente acerca de la declaración de emergencia sanitaria, las medidas tomadas y las consecuencias de esas medidas que se proyectan en este presente, cuando de los cinco años de gobierno, dos transcurrieron bajo ese decreto, desde el viernes 13 de marzo del 2020 hasta el 5 de abril del 2022?

Los discursos soberbios que se pronunciaron en campaña pretendiendo indultar las acciones cometidas son de una reverenda incoherencia, por no decir una grosera hipocresía, con tal de darle a alguno el beneficio de la duda de su buena fe. Hacer de cuenta que puede pensarse un desarrollo económico real sin calibrar el estrago producido por el cierre de la economía en los meses de aislamiento, con la deuda generada, aún cuando las medidas de “libertad responsable” mitigaran lo que seguramente habría sido una catástrofe de haberse llevado a cabo el “blindaje” que reclamaba la oposición, que hoy ya es gobierno. Embanderarse con nobles proyectos educativos cuando dieron el visto bueno al cierre de las escuelas y los liceos, dejando a los estudiantes en las situaciones de mayor vulnerabilidad sin ningún tipo de contención.  Asegurar mejoras en el sistema de salud, después de haber negado a los enfermos crónicos la atención que necesitaban, en aras de mantener los centros de atención exclusivamente a disposición de una enfermedad con una tasa de letalidad por infección entre el 0,00 % y el 0,31 % en menores de 70 años . Disputar quién es el primero en atender el gravísimo estado de la salud mental de la sociedad sin tener en cuenta las consecuencias del pánico de la población durante los encierros, pertrechada con algo de paracetamol y un médico que atendía por teléfono, sin contacto físico con los seres más queridos, sola frente a un aparato que contaba casos y muertos, de rostros intencionalmente tapados. (Hubo quienes interpretaron que ese trapo, que no detenía la transmisión, servía como símbolo de represión. Me inclino más por otra teoría que leí en algún lado: se necesitaba una señal visible de que había una pandemia. Como la realidad física se impone, como el ser humano es un animal que vive en un mundo que interpreta según sus impresiones sensibles mucho antes que por el razonamiento abstracto, se necesitaba un test que nos dijera que estábamos enfermos para estar enfermos y un signo en la cara que nos recordara que estábamos en peligro, de otro modo habría sido imposible.) 

Prometer garantizar los derechos de las minorías cuando permitieron que tantas personas perdieran sus trabajos y fueran impedidas de compartir actividades sociales por negarse a recibir una “vacuna” que NO impedía el contagio. Pronunciarse en temas tan sensibles como la eutanasia cuando fueron incapaces de levantar la voz tanto por las personas que murieron absolutamente solas como por sus deudos, a los que se les negó hasta la caridad de despedirse. Y por último, para no hacer eterna la lista porque nuestro pasado reciente se constituyó en una verdadera demagogia solapada: ¿realmente se consideran tan virtuosos como para pronunciarse acerca de la honestidad o la falta de ella cuando ningún político en ejercicio votó a favor del pedido de la formación de una comisión que investigara el exceso de muertes no vinculadas al covid sin precedentes durante dos años, hecho en el Parlamento por un “diputado intransigente”? 

Han manteniendo un silencio “general e irrestricto”, guardando bajo llave el oprobio de aquellas imágenes dantescas a las que nos sometieron, (“hoy murió un ómnibus lleno de compatriotas”, “los niños son contagiadores asintomáticos de sus abuelos”) y haciendo de cuenta que la “pandemia”, otrora causa de zafarrancho de combate, hoy no merezca ser siquiera recordada. Y esto es algo sobre lo que el gobierno – anterior y electo –  la oposición – anterior y electa – y la población, parecen haber establecido un pacto tácito, que a nivel polícito seguramente sea explícito. Gallos con cola de paja, han logrado generar la ilusión de un futuro promisorio barriendo bajo la alfombra lo que habría que haber limpiado meticulosamente, porque en esos dos años y en los que le siguieron, se fueron miles de vidas. 

En cuanto a aquellos que este 24 de noviembre fuimos a votar por una fórmula, o la otra, o ninguna, también nos caben todas esas preguntas. No es necesario poner un solo enlace que direccione a ningún estudio que dé cuenta de los efectos adversos de las vacunas, ni a ningún artículo que los declare teorías conspirativas. Basta la casuística para saber que hay miles que viven secretamente aliviados por haberse dado solo un par de dosis de Sinovac y miles que viven secretamente preocupados por haberse dado alguna dosis de Pfizer, que todos conocemos a alguien que murió tipificado por covid cuando la verdadera causa de muerte era otra, que estamos al tanto de la desporporcionalidad del aumento del cáncer y de una cantidad nunca vista de fallecimientos en personas muy jóvenes . Hemos habilitado la injusticia porque también hemos elegido el silencio frente a la mentira descarada. 

El personaje principal de la novela “1984”, de Orwell, tenía asignada la tarea de borrar y/o alterar determinados sucesos históricos para que se ajustaran a la narrativa de la dictadura y nadie se viera tentado de rebelarse. Es de dudar que, dadas las cosas como están, necesitemos de tales “servicios”. Todo parece pasar sin dejar registro y sin consecuencias para quienes establecen las políticas más nefastas y emiten los juicios más violentos aunque, so pretexto del “discurso de odio” o de la “desinformación”, lo que sí se justifica es invisibilizar los cuestionamientos serios y fundados, mientras eligen a un señor vociferante para meter en la misma bolsa a todo aquel que piensa distinto – o que directamente piensa – y con esa simplificación su conciencia queda aplacada. A modo de ejemplo, en octubre de 2021, el ex presidente José Mujica declaraba que los no vacunados eran “ una especie de espoleta peligrosa que deambula por las calles “. Su lista fue la más votada en los comicios del 27 de octubre. Hace pocos días, la diputada electa Nicolle Salle, a raíz de un accidente de un ómnibus, declaró que “ quienes se inocularon son bombas de tiempo ”. Su partido fue el más votado entre todos los no pertenecientes ni a la coalición de gobierno ni a la oposición. Es curioso cómo, con la misma imagen bélica de inminente amenaza, se representan dos posturas tan contrapuestas. E inevitablemente la coincidencia discursiva nos lleva a preguntarnos si a fin de cuentas, el sistema se ha convertido en un uróboro en el que depositan su fe millones de creyentes, cuya aparente polaridad no es sino la autofagia de la historia. 

En una época no tan lejana sabíamos que para ser un ciudadano de respeto, no bastaba solamente con ir a votar cada cinco años. Y menos, ir a votar al “menos malo”. No eran pocos los que aspiraban, en el acierto o en el error, a llevar una vida política con reflexión y espacios de intercambio, honestos y jugados. ¿Estamos seguros de haber asumido nuestra responsabilidad cívica motivados por algo más que la simpatía o la tradición, y de ser tan críticos y autocríticos como sea necesario? Hoy contemplamos un gallo enhiesto y digno porque el clima, lejos de estar agitado, fue exactamente el mismo al que acostumbramos, un veranillo que desborda de la única emoción que nos produce escuchar la arenga promisoria de los lugares comunes a los que volvemos siempre en época de elecciones: desarrollo, progreso, proyecto de país, justicia social, educación, oportunidades laborales, combate a la inseguridad y todo eso. Hoy, más que nunca, conviene no levantar vientito. Por ignorancia, necedad o culpa, elegimos olvidar, hacer de cuenta que acá no pasó nada, pasar la página. Pero no va a faltar ocasión en la que, nuevamente, se ponga a prueba qué tan veletas somos. 

https://extramurosrevista.com/el-acordado-secuestro-del-topico-pandemico-en-el-debate-electoral/

 


 
Copyright © 2007 SURda All rights reserved.